Somos sus hijos, pues, ella nos gestó durante millones de años mientras preparaba todas las condiciones para recibirnos y sustentarnos a todos los seres. Ella nos protege, nos mantiene y nos permite experimentar el amor universal que expresa su divinidad, en silencio y con paciencia nos ofrece la vida una y otra vez, pero nosotros, aún no logramos comprender este vínculo, de hecho, lo interpretamos como una visión cosmogónica de ciertas culturas.
Los humanos tenemos en común muchas cosas, pero la fundamental es esa madre, esos brazos que nos contienen y que nos ofrecen todo cuanto hay. Así como todos podemos sentir las sensaciones de hambre, frío, sed, necesidad de afecto, todos deberíamos poder alimentarnos, beber, experimentar el amor y estar protegidos como hermanos hijos de la madre tierra. Todos sabemos que la realidad no es así, que como hijos de una misma casa somos individualistas, que no construimos relaciones de justicia, de equidad y si que menos relaciones de amor. Nos hemos enfocado en objetivos vanos, que conducen a una competencia por lo irreal “el control absoluto de la riqueza, así sea a nivel local” y pensamos que es solo una cuestión de fe creer que somos hermanos.
La invitación es a reflexionar sobre si realmente creemos que nuestro poder esta fundamentado en la construcción de mejores realidades para todos o si es un resultado de la cultura de la desesperanza en donde como dicen “quien no las hace, las ve hacer”, creemos tan poco en nuestra capacidad constructiva que pensamos que si no buscamos el poder y si no logramos el “tener” otro va a arrasar con nuestra felicidad y seremos eternos esclavos de quienes no comprenden el significado de hermandad. En ese punto es mejor ser un buen malo, el asunto es que ese cajón mental donde anhelamos “tener” y protegernos del otro, estamos acabando con nuestra madre, como un cáncer acaba con un organismo; como las células dañadas se reproducen, reproducimos la desesperanza en nuestras comunidades, así como poco a poco los tejidos pierden su función en el cuerpo, los elementos de la hermandad se vuelven disfuncionales al servicio de las banales voluntades y así como se pierde el apetito y se abandona a la muerte un organismo con un cáncer en fase terminal, los recursos que nos brinda la madre se acaban.
En nuestra cuenca es muy común que por el aumento en el precio del suelo las comunidades campesinas se presionen a explotar los suelos de manera extensiva hasta agotar sus nutrientes y hasta contaminar las fuentes para luego vender; perdiendo más que un lugar, una cultura, unos conocimientos y el sentido de la comunidad. Los habitantes neo rurales o citadinos llegan muchas veces como invasores con el pensamiento de que al tener dinero pueden aprovechar el territorio de manera en que quieran, sin reconocer el desarrollo cultural y la riqueza natural que es común para todos, ambos entienden que la oferta del territorio es una cuestión monetaria, no la acción de la madre tierra en su ejercicio natural.
Hacemos un llamado al entendimiento de La tierra como nuestra madre, que nos hace hermanos, que nos ofrece todo para construir y crecer como sociedad y que está muriendo de un cáncer que tiene como remedio el agradecimiento, por eso te invitamos a que hagas el ejercicio de agradecer por todo cuanto te sirve, los seres a tu alrededor, tus artículos personales, las oportunidades que te regala cada día para que puedas percibir el amor de nuestra madre.
Te contamos que como parte de nuestra celebración del día de la Tierra sembramos arboles nativos de gaque, corono, espino, ciro, cucharo, mangle y mano de oso en la ronda hidráulica de nuestro río Teusacá.
Todos los funcionarios del acueducto Progresar se hicieron presentes en esta actividad de diferentes maneras y nuestra siembra tuvo como intención común la esperanza en que aflore lo bello de la humanidad de todos los habitantes de la cuenca.
Te invitamos a sembrar esperanza y agradecimiento, si te interesa donar árboles o tiempo para sembrar y monitorear comunícate al 319 633 3679.