Esta joven defensora de los ecosistemas de alta montaña emprendió una lucha por la conservación del Yátaro o Tucán de montaña (Andígena nigrirostris), un ave de los andes orientales y que se encuentra en estado de casi amenazada. Su incansable labor abarca desde procesos de educación para la conservación dirigidos a vecinos en el municipio de La Calera hasta la instalación de nidos, la construcción de un observatorio y la creación de una ruta de avistamiento de esta especie que además de su belleza es estratégica en la regeneración del casi extinto bosque de niebla.
Cuando hablamos de los Yátaros o Tucanes, nos imaginamos un ave de pico largo y enorme, con una gran variedad de colores que habita solo en las selvas cálidas lejanas de la Amazonía Colombiana. Muchos de nosotros no sabe que esta hermosa ave vive en las montañas que rodean el municipio de la Calera, en los pequeños relictos de Selva Andina que aún nos queda.
Esta ave vive en grupos o parejas, se alimenta de frutos, semillas y en algunas ocasiones comen huevos y pichones de otras aves, anidan en huecos. Usualmente se observa en parejas y ocasionalmente en pequeños grupos en diferentes veredas como el Volcán, Jerusalén, Quisquiza, Mundo Nuevo y en el Parque Nacional Natural Chingaza.
Actualmente está amenazado de extinción principalmente por la destrucción de su hábitat, por diferentes usos del paisaje como extracción de madera, ganadería extensiva, entre otros.
En consecuencia, se han venido realizado diferentes investigaciones relacionadas con aspectos de historia natural como época de reproducción, dieta y comportamiento asociado a la disponibilidad de hábitat presente. Otro componente es la educación ambiental, enfocada a la conservación de la especie.
Inicialmente se llevó a cabo una evaluación de la composición y estructura vegetal del área, se ubicaron transectos de monitoreo en cada localidad. Se usó la metodología de conteo por puntos de radio realizando un seguimiento comportamental, búsqueda de nidos y preferencia especies vegetales. Luego se realizaron entrevistas semi-estructuradas a la comunidad en general, con relación a la abundancia de la especie y la importancia ecológica de la avifauna. Por otro lado, se construyó un observatorio de aves y un sendero interpretativo con el fin de realizar talleres de educación ambiental como estrategia de conservación para esta especie dirigidos a la comunidad escolar y general con la participación de las autoridades locales.
Se encontró que esta especie usualmente se observa en parejas y pocas veces en grupos pequeños, la mayoría de observaciones fueron registradas en los bordes de bosque y árboles aislados en medio de potreros. Se reconocieron dos tipos de vocalizaciones. Se observó alimentándose principalmente de frutos de Gaque (Clusia grandiflora) y del Nogal (Junglans neotropica) y de polluelos de (Turdus fuscater), principalmente.
En época de reproducción se detectó un número más alto de individuos siendo los meses de noviembre y diciembre los que presentaron el mayor número poblacional con grupos hasta 12 individuos, por el contrario los meses entre febrero y marzo los niveles poblacionales fueron bajos respecto a la época reproductiva. En la vereda Jerusalén fue donde se observó el mayor número de individuos lo cual podría estar relacionado con una mayor oferta de hábitat. Con una frecuencia de observación (1,68) individuos / transecto. Siendo una especie poco común en la zona, basado en el criterio de frecuencia de detección de Styles & Bohorquez (2000). Con relación a las entrevistas realizadas, la mayoría de los pobladores no lo conocen y la consideran como una especie rara debido a su baja abundancia.