El pasado 19 de julio el periódico El Espectador en su sección de noticias «Bogotá» se retracta de anteriores publicaciones en las que se ha expuesto la problemática del uso de especies exóticas como protección de los cerros orientales basado en una justificación técnica de las especies de pino y eucalipto y de la importante función que desempeñaron luego de que los cerros estuvieran completamente desprovistos de vegetación alguna. Concluyen con vehemencia que es un despropósito el gasto público que se va a ejecutar en el plan de manejo ambiental que se fundamenta en la biodiversidad de especies nativas de bosque alto andino, ya que para el efecto de calidad ambiental las plantaciones forestales que tenemos son suficientes.
La opinión de que ciertos gastos públicos pueden ser inoficiosos es algo común en el país pues cuantos movimientos hemos visto los últimos días en contra del costo que implica la venida del Papa Francisco a Colombia o el rubro necesario para cubrir los planes de pos conflicto; ambas pueden tener justificaciones académicas, técnicas, económicas y en todas las dimensiones del criterio humano. En este caso la oposición a dicho gasto público que involucra el cambio de pinos y eucaliptos por especies nativas como alisos, robles, cedros y arrayanes tiene una justificación en las necesidades del pasado y no en los desafíos del presente y del futuro.
Hace 60 años se necesitaba evitar la erosión de los cerros orientales para lo cual funcionó bien usar especies de rápido crecimiento y poca demanda de nutrientes como los pinos y los eucaliptos, que además son aprovechables como maderas para diferentes propósitos. Hoy el gran desafío es la adaptación al cambio climático de manera integral, con ecosistemas y comunidades resilientes, capaces de generar multiples efectos mitigantes de los intensos eventos climáticos como los bosques nativos, que a diferencia de las plantaciones forestales exóticas son productores de suelo, agua, alimento y biodiversidad.
La diferencia radica en que los pinos y los eucaliptos no favorecen el crecimiento de otras especies vegetales por lo cual la oferta de alimento que sustenta la biodiversidad se reduce, además de que su fisiología no facilita la captura de niebla que en bosques nativos representa importantes aportes de agua al suelo.
Justamente el pasado jueves 27 de julio en el marco de la celebración de los 40 años del Parque Nacional Natural Chingaza, en el foro desarrollado en el municipio de La Calera, la experta en aves Loreta Roselli concluyó respecto al impacto del cambio climático en la biodiversidad que en 20 años las comunidades de aves (con cerca de 500 especies) no han cambiado dentro del parque, es decir, estamos hablando de ecosistemas con bosques nativos que no solo garantizan la provisión de agua para Bogotá sino que favorecen la biodiversidad y la regeneración natural, es justamente lo opuesto a las plantaciones forestales de exóticas donde cada vez se perciben menos especies de aves.